De: Carne de Psiquiatra. Asunto: Sermón para BlueÚltimamente has estado leyendo bastante sobre religión, en contra de tu voluntad, pues entre doctrina y doctrina había un tramo de acción en esa novela que te interesaba y devoraste como solías hacer de joven, aunque un párrafo concreto te dejase kaputt, pero seguiste leyendo. Te sugiero pues que te tomes esta carta como un sermón, entre tú y yo. Así igual no me haces puñetero caso, pero dicho estará y no te deseo mal alguno. O sí me haces caso, porque hablamos el mismo lenguaje y los hechos están ahí para que si tú no los interpretas, tu amiga Carne de Psiquiatra intente ayudarte al igual que el resto. A su manera, ya sabes que es poco diplomática, por no decir que bastante bruta, pero sabes que es buena gente. El otro día creí escuchar en un documental sobre el Tíbet que los monjes budistas tienen 200 normas, y cuando ascienden a un nivel superior, les caen otras 300. Así es como lo recuerdo, y si no es verdad, me da igual que me lo esté inventando: quédate con la idea. Tienes información suficiente sobre el Trastorno Bipolar para saber que no te puedes tomar las cosas a la ligera, pues hay normas y reglas de juego. Qué te he de decir que no sepas y hayas relatado aquí. Has pasado por un calvario y ahora estás en libertad condicional, pues ahí siguen monstruos acechando y recuerdos amargos, ya sean diarios o pesadillas. No hay libertad absoluta en este negocio que empezó con tu diagnóstico. Te escribo porque "más que algo" me dice que estás incumpliendo algunas normas. Te sientes libre porque estás bien. Debo recordarte que no eres libre, que te sujetan a la cordura y la serenidad algunas reglas. La número uno nunca la discutiste: tomarse las pastillas. Si era lo necesario, lo era, tú querías salir de este sufrimiento psíquico que estaba acabando con tu vida y con tu cuerpo. Pero has sufrido entonces además a todas las pastillas, en especial a la píldora S. a la que nunca perdonarás, pero sabes que ha contribuido a tu bienestar actual, aunque tú sólo hayas notado, día a día, sus efectos secundarios, y un serio revés cuando la hipotensión te dejó tirada en la calle con el resultado de una lesión de columna vitalicia. Otras pastillas también te producen efectos secundarios, pero ya tienes experiencia quizá más que suficiente en tu historial sobre el tema, "vamos a probar este medicamento" porque no existe la píldora para el Trastorno Bipolar sino tantísimas veces, un cóctel. La última experiencia, hace casi dos meses... menudos globos con la nueva pastillica, colega. A partir de ahí, ya sabemos lo que hay. Los hábitos, la rutina, la psicoeducació El sueño es la segunda norma para ti. Siempre fuiste ave nocturna, como tantos otros bipolares. La noche era la aliada de tu mente pero ahora te han dicho que debes vivir durante el día y recibir sol. A medianoche, en vez de salir del ataúd, te han dicho que debes meterte en él, después de tragarte las pastillas. Y dormir ocho horas, cosa que puedes hacer sin esfuerzo porque además de estar sedada por las pastillas, siempre lo necesitaste con excepción de aquél episodio raro que llamaron manía en mayo de 2003. Y últimamente estás haciendo demasiadas excepciones a ese toque de queda. Ya, ya sé que en este país las películas son programadas para acostarse a la una de la mañana (envidia de esa hora en Canarias), al contrario que otros países, más conscientes del horario laboral y de eso que llaman los ritmos circadianos. Si ves una película, y acaba cerca de la una, sabes que necesitarás media hora para que tus neuronas se relajen, y acabarás en el ataúd a eso de las dos. No, guapa, ya sé que no lo haces cada día y que reivindicas tu derecho a ver una película de vez en cuando, y más si es de las buenas, que escasean. Pero ten presente que al día siguiente, no te levantarás del todo bien, porque si duermes ocho horas, habrán sido a deshoras y tu cuerpo lo va a notar. O dormirás menos, directamente, y tus neuronas no están acostumbradas. Te levantarás con el pie izquierdo y perderás el día. Llegaste a escribir que pararías actividad intelectual de 22 a 23 h., para preparar el sueño. Pero claro, ¡es cuando estás más despierta! ¡Cómo cuesta renunciar a eso! Pues mira, acuérdate de esos monjes que tienen 200 normas. No es ninguna norma que la vida hay que vivirla y no pensarla. Aunque nos encallemos. Pero hija, pensar dos días en darle al botón de la lavadora y luego que pasen dos horas hasta que la tiendas, tiene narices. Tienes un mandato del psiquiatra, tienes que tomar decisiones en aspectos que constituyen tu rehabilitació Por la mañana. Mientras miras a la ducha de reojo y piensas que deberías ducharte, lo que deberías hacer mientras lo piensas es desnudarte y abrir el grifo al mismo tiempo. Entonces, será más fácil que te metas. Has fracasado en la estrategia de la ducha nocturna pues nunca fue tu hábito. Diseña estrategias para triunfar en la ducha diurna. Allánate la vida, es más simple de lo que parece. Cuando te has duchado te dices: porqué no lo habré hecho antes. A mediodía. Todo el mundo está comiendo, es tu hora para ir al supermercado. Es una especie de vampirismo también. Esta te la dejo pasar, porque sé que odias las superficies llenas y las colas, con la condición de que si no has comido antes, lo hagas inmediatamente después de esa compra. Búscate la vida, colega, mientras cuidas el colesterol. Por la mañana y por la tarde. Mientras te asomas y ves a la gente paseando, y te dices que deberías estar ahí. Mientras piensas y observas, lo que debes hacer es empezar a vestirte. ¿Que no te has duchado? Mala suerte, pasó el momento, game over hasta mañana. Sal a la puta calle y da la vuelta a la manzana, no tienes que llegar hasta el Círculo de Bellas Artes de la calle Alcalá, así que no te preocupes demasiado por lo que te vas a poner. Además, ya tenías previsto el obstáculo de las fobias, por eso te compraste tres vestidos, la opción fácil y menos engorrosa, la opción que oculta tus kilitos de más que tanto te molesta enseñar. No pasa nada, verás gente más gorda que tú en la calle, y lo llevan con dignidad, ¿por qué tú no? Venga, sal. Por la noche. No sabes cómo me alegra que últimamente hayas recuperado tu capacidad para leer, pues has devorado en tu vida lo que si contases ahora, serían muchos metros alineados. No cuentes el pasado, es un consejo. Ni al pasado que conoces, tener que acabar ese libro que te ha enganchado, no poder dejarlo para mañana, y acostarse al alba. Sabes que ahora no puedes hacerlo, pero como puedes seguir leyendo sin un reloj cerca, y más si usas la opción de pantalla completa con un e-book, las horas pasan. Y prefieres olvidar que ha pasado la medianoche. Te digo lo mismo que con lo de la tele. Y te recuerdo que debes tomar las pastillas a medianoche como muy tarde, sin excusas. Entonces sí que no podrás leer, escribir o estudiar. Menos mal que no te has apuntado a la universidad, como llegaste a especular. Tenía sus ventajas, sí, tienes gratos recuerdos de esa época y de la gente que conociste. Pero podrías volver de nuevo a los hábitos del pasado. Recuerdo que esperabas precisamente a la noche para estudiar o realizar tus trabajos, porque en tu habitación no había ruidos de ningún tipo y siempre necesitaste el silencio. En época de exámenes, eras toda una vampira, y te presentabas en el aula sin haber dormido. Blue llegaba a casa vencedora y exhausta, dormía entonces, y se preparaba para el siguiente examen. Hiciste bien y te diría que ni se te ocurra estudiar, no ahora, eres consciente que con los efectos secundarios tu cabeza sólo soportaría esa carga de alta concentración por la noche, cuando está completamente despejada. No te puedes permitir ese lujo, no hiperactividad mental a esas horas. Repito: pastillas a su hora, y descanso mental. Además, no necesitas estudiar más en formación reglada para la obtención de un título homologado, siendo franca. FIN DE LA PRIMERA PARTE | |||
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